Siempre nos gusta recordar que no todas las bacterias que aparecen o tenemos en nuestro cuerpo son nocivas, sino que también, muchas de ellas, cumplen una función positiva para nuestro organismo. Pese a ello, también es importante mencionar que, si su número es irregular, tanto a más como a menos de su cantidad habitual, podemos encontrarnos con un problema.Ese es el caso del síndrome SIBO, conocido por las siglas en inglés small intestine bacterial overgrowth o, en español, sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado.
Esta disfunción afecta al intestino delgado, como su propio nombre indica, y puede ser tratada con el acompañamiento de un profesional de la salud. Pero, ¿cómo podemos saber si tenemos SIBO? Hoy explicaremos las causas, los síntomas y daremos algunas soluciones básicas al problema. ¡Vamos allá!
¿Qué es el SIBO?
Como hemos comentado, este síndrome del intestino delgado, también llamado del asa ciega o del asa estancada, produce una cantidad exagerada de ciertas bacterias (más de 100.000 millones coliformes/mL) que no deberían estar en el intestino delgado, sino en el grueso. El problema y el dolor aparecen cuando estas bacterias comienzan a fermentar alimentos donde no deberían.
Aunque el intestino grueso puede soportar este tipo de bacterias (en su justa cantidad), el delgado suele estar formado por muy pocas, ya que su contenido fluye muy rápidamente y contiene bilis. De ahí que, si aparece un crecimiento excesivo de estos componentes, los alimentos se ‘estanquen’ en el intestino delgado, creando un campo de cultivo perfecto para la proliferación, a su vez, de más bacterias. Uno de los peligros principales radica en la creación de toxinas, que pueden interferir en la absorción de nutrientes.
El paciente con SIBO puede experimentar algunos cambios en su salud, como gases y/o distensión abdominal, entre otros síntomas, como:
Falta del apetito
Algunas personas pueden experimentar una disminución en el deseo de consumir alimentos.
Náuseas
Las náuseas también son comunes, manifestándose como una sensación de malestar estomacal con tendencia a vomitos.
Sensación de hinchazón
La hinchazón abdominal es otro síntoma clave, con un aumento perceptible en el volumen del abdomen debido a la acumulación de gas.
Sensación de empacho después de comer
Además, las personas con SIBO suelen experimentar una sensación incómoda de saciedad después de comer, incluso habiendo comido porciones pequeñas de comida.
Diarrea
La diarrea es otro síntoma común, con evacuaciones intestinales sueltas y frecuentes.
Pérdida de peso no voluntaria
La pérdida de peso involuntaria es una preocupación adicional, ya que puede indicar una absorción inadecuada de nutrientes debido al SIBO.
Deficiencia alimentaria
Finalmente, la malnutrición, más que un síntoma, es un riesgo, ya que el exceso de bacterias y la producción de toxinas pueden interferir con la absorción adecuada de nutrientes en el intestino delgado.
Causas del SIBO
Antes de continuar queremos lanzar un mensaje tranquilizador y destacar que el SIBO no es un síndrome hereditario, o al menos no es la norma. Lo generan ciertos factores que pueden corregirse para volver a tener una salud de hierro. Por eso lo mejor en este caso es, si hay sospechas de SIBO, acudir al médico para que pueda hacer los análisis pertinentes y crear una dieta adecuada para resolver el problema.
Por eso es importante saber qué puede causar este excesivo número de bacterias en el intestino delgado. Algunas de las más comunes o importantes son:
- La gastritis atrófica crónica.
- La ingesta de ciertos inhibidores de la bomba de protones, como el Omeprazol.
- Algunas alteraciones de la motilidad intestinal (colitis post radioterapia, tumores, divertículos, fístulas, etc.).
- Patologías crónicas o autoinmunes.
- Un déficit de enzimas proteolíticas (proteasas).
- El consumo excesivo de alcohol y/o fármacos opioides.
- Algunas enfermedades sistémicas que alteran la motilidad y están asociadas con el SIBO (Parkinson, esclerosis sistémica, hipotiroidismo, cirrosis, enfermedad celíaca, obesidad mórbida…).
Es necesario comentar también que el SIBO o su desarrollo tiene más probabilidades de producirse conforme cumplimos años, por lo que hay que tener especial cuidado y controles conforme envejecemos, sobre todo si hemos tenido SIBO en algún momento de nuestra vida.
Factores adicionales a tener en cuenta
Además de lo ya comentado, existen algunos factores que puede provocar ese aumentos de bacterias en el intestino delgado, factores que habrá que vigilar:
- Una cirugía gástrica para tratar obesidad o úlceras.
- Un defecto estructural en el intestino delgado o una lesión.
- Una fístula entre dos segmentos del intestino.
- La enfermedad de Crohn, el linfoma intestinal o la esclerodermia.
- Si ha habido antecedentes de radioterapia en el abdomen.
- Diabetes.
- Diverticulosis en el intestino delgado.
- Adherencias causadas por alguna cirugía abdominal previa.
La buena noticia es que existen pruebas accesibles y simples con las que diagnosticar el SIBO: la de hidrógeno espirado y metano. Para ello primero se debe administrar una fuente de azúcares al paciente para obtener después los resultados.
Pero, para que se pueda proceder a realizar un diagnóstico, es necesario acudir al médico y comentarle los síntomas que tenemos. Será en ese momento cuando comience la ‘investigación’.
En ella también se usará la anamnesis para llegar a una conclusión y poder ofrecer un tratamiento. Si el paciente acude al médico de cabecera, es posible que lo derive al gastroenterólogo para que pueda pedir las pruebas pertinentes. Hay que tener en cuenta que todos los síntomas que hemos comentado anteriormente pueden encajar con los de otras enfermedades o problemas, por lo que hay que discernir.
¿Cuál es el tratamiento para el SIBO?
Tras las pruebas y la confirmación de que el paciente está ante el síndrome SIBO, es momento de pasar al tratamiento. La parte positiva es que, con un cambio en la dieta proporcionado por un profesional de la salud que lleve un control periódico del estado de salud del paciente, podemos solucionar el problema. Veamos algunas de las claves:
Azúcares
Lo más seguro es que el médico prohíba durante un tiempo el consumo de azúcares y edulcorantes artificiales o procesados.
Alimentos a evitar
Una de las máximas de una dieta para SIBO es la lista de alimentos que no podremos consumir hasta que nuestro médico nos dé el visto bueno. Los que vamos a mencionar a continuación estarán prohibidos, ya que ayudan a promover la actividad microbiana en nuestro intestino delgado:
- Fructanos. Ajo, alcachofas, caqui, cebolla, espárragos, guisantes, hongos, inulina, melocotón, puerro, remolacha, sandía, etc.
- Fructosa. Albaricoque, cerezas, fruta enlatada, granada, mango, manzana, melocotón, pera, sandía, zumos de frutas, endulzantes con fructosa, miel, azúcar de coco, frutos secos, etc.
- Lactosa. Aquí están incluidos la leche y sus derivados (helados, postres lácteos, kéfir, nata, margarina…).
- Galactanos. Las legumbres también serán un elemento a evitar, aunque algunas, si se cuecen, se pueden digerir mucho mejor (como las lentejas o los garbanzos).
- Polioles. Aguacate, ciruela, lichi, maíz dulce, nectarina y sandía…
Hay que tener en cuenta que una de las misiones de la dieta que nos indiquen es ayudar a nuestro sistema digestivo a digerir mejor y más fácilmente los alimentos. De esta forma le estamos dando un pequeño impulso y haciendo que haga el menor esfuerzo posible.
Si se sufre de estreñimiento, será preferible consumir avena, pues aporta fibra pero no contiene azúcares. Por supuesto, cuando estamos débiles o tenemos algún problema, el consumo de agua debe aumentar, por lo que seguramente también se le indique al paciente que tiene que beber un poco más de lo normal.
Consejos
Además de algunas indicaciones sobre la dieta, también es importante y queríamos destacar algunas aplicaciones o costumbres que es importante adquirir al seguir este tipo de dietas para que sean más amenas y efectivas;
- Repartir las comidas en 5 ó 7 ingestas/día de volúmenes pequeños.
- Masticar bien los alimentos y comer despacio.
- Cocer más tiempo aquellos alimentos que contengan hidratos de carbono (pasta, arroz…).
Cuidar también las emociones
Al igual que el cuerpo, cuando estamos superando alguna enfermedad o problema, también debemos prestar atención a la mente, en especial a las emociones que pueden florecer.
Es normal (y no debemos evitar) estar tristes o un poco más deprimidos cuando estamos enfermos, pero estados como la ansiedad o el estrés pueden ser perjudiciales para una mejora rápida.
Por eso, es fundamental cuidar también estos factores cuando estemos pasando por un síndrome como el SIBO, el cual puede causar ansiedad por el dolor, la dificultad para comer o la dieta. El estrés puede disminuir la producción de ácido clorhídrico, afectar la movilidad intestinal y aumentar la inflamación y la permeabilidad intestinal. Si esta persiste y el nervio vago permanece constantemente activo, las bacterias del colon pueden migrar hacia el intestino delgado, empeorando así la situación del SIBO.
Por ello, hemos recopilado algunos puntos clave que podrás aplicar, en la medida que tu estado de salud te lo permita:
Descanso
La calidad del sueño está directamente vinculada al estrés y desempeña un papel crucial en la salud intestinal. Los desajustes en los ritmos circadianos se han asociado con un mayor riesgo de trastornos intestinales, como el síndrome del intestino irritable o la disbiosis intestinal (desequilibrio en la microbiota).
De ahí que sea tan importante cuidar la calidad del sueño cambiando hábitos de descanso que no nos funcionen por otros más sanos, como acostarse temprano o hacer cenas ligeras. Es posible que el médico recete algún suplemento de melatonina si se observa que al paciente le cuesta mucho conciliar el sueño, aunque la exposición al sol durante el día también puede ser beneficioso para este problema.
Movimiento
Mantener un estilo de vida activo es crucial para favorecer la movilidad natural de los intestinos y contrarrestar los efectos del sedentarismo, que propician la colonización bacteriana.
No estamos diciendo que sea necesario ir al gimnasio todos los días, sino que a menudo basta con dar paseos o practicar algún deporte que guste especialmente al paciente. Estas actividades físicas pueden darnos beneficios significativos, no solo para combatir el SIBO, sino también para mejorar la calidad de vida general.
Además de conocer los síntomas del SIBO para acudir al médico si se percibe alguno, también es necesario saber que existen pruebas y análisis para detectar la enfermedad y darle una solución más específica. De esta forma acabaremos con el problema más rápidamente. De ahí que los laboratorios de pruebas, como Ambar Lab, sean de especial ayuda.
Puedes acceder a nuestro catálogo de pruebas o, si tienes alguna duda más concreta, ponerte en contacto con nuestro equipo. Brindamos respuesta a todas sus necesidades, ya sea un hospital, un laboratorio, un desarrollador de medicamentos o un investigador médico.